miércoles, 3 de agosto de 2011

La lección del Fénix

Existen numerosos animales fantásticos y mitológicos, pero entre todos ellos el que siempre más me ha fascinado es el ave Fénix. Es representado como un ave parecida a un águila o también a una garza, con un plumaje de color dorado y escarlata, derivado probablemente de la identificación de este animal mitológico con el fuego y el sol. No obstante, su rasgo más característico es la inmortalidad, gracias a su capacidad para renacer entre sus cenizas. El Fénix es por lo tanto una alegoría de la resurrección tanto física como espiritual, la vida después de muerte y destrucción, el cambio de lo viejo por lo nuevo, la superación personal y la esperanza…

Siendo la imagen de conceptos tan universales no es de extrañar que se puedan encontrar equivalentes del Fénix en diferentes culturas a lo largo de todo el mundo como la cultura egipcia (Benu), rusa (Pájaro de Fuego), china (Feng-Huang), japonesa (Ho-Oo) o incluso en mitos del Nuevo Mundo. En la mayoría es representado como un ave y tiene una fuerte relación con la muerte y resurrección del Sol en el ciclo del día y la noche. Son varios también los mitos en los que este animal participa pero mi objetivo hoy no se centra en estos. Mi objetivo es la profundización en el significado del mito de esta ave y demostrar que la vida necesita ser vista a través de los ojos del Fénix.

Mucho he leído acerca del mito pero entre todo ello destaca sin duda La lección del Fénix, el editorial escrito por Jorge Bucay en el número 71 de su revista Mente Sana. La vida, inevitablemente, está compuesta de una alternancia de momentos altos de dicha y prosperidad que desearíamos mantener eternamente y momentos bajos, llenos de dolor y confusión que parecen no finalizar. La aceptación de esta realidad es indispensable para nuestro bienestar, disfrutar intensamente los grandes momentos y hacer frente a los momentos de desgracia. Conocida esta alternancia hay que, como sabiamente dice Bucay, “aprender a vivir en ella –no con ella sino en ella-.”. Esta realidad, no obstante, puede ser tratada de dos formas muy diferentes, para cada una de la cual existen mitos claramente ilustrativos.

Los altibajos de la vida pueden ser tratados según la visión del mito de Sísifo (mito que hasta donde llegan mis conocimientos ha sido erróneamente asignado a Prometeo por Bucay). Este personaje de la mitología griega fue condenado eternamente a subir una enorme piedra por una montaña, la cual, una vez llegada a la cima, vuelve a caer al punto de origen obligando a Sísifo a comenzar su tarea una vez más. Esta es una visión desgraciadamente bastante extendida; se puede encontrar también, por ejemplo, en la famosa novela de Philip K. Dick Do Androids Dream of Electric Sheep?, dentro del “Mercerismo” como el continuo ascenso por una ladera para una vez arriba caer al fondo y más tarde volver a comenzar la ascensión. Según esta visión, no podemos más que resignarnos ante estos ciclos de bonanza y desdicha, navegando a la deriva y zarandeados por la caprichosa corriente de la vida, pues por mucho que ascendamos siempre volveremos a caer y habremos de comenzar de nuevo la ascensión desde el mismo punto de origen.

El mito del ave Fénix, por el contrario, nos otorga una visión positiva y progresista. Al igual que el Fénix renace de entre sus cenizas, más fuerte y sabio pues recuerda todo lo aprendido en su vida anterior, cada ciclo vivido nos otorga experiencia y fuerza para afrontar el próximo con mayor decisión. Aunque después de haber empujado la piedra hasta la cima de la montaña esta ruede hacia abajo, en esta visión lo hará hacia un punto de partida nuevo, más sencillo que el anterior. Cuando algo acaba, algo más empieza. La vida no es más que una sucesión de ciclos separados por profundos cambios. El ave Fénix nos enseña que podemos aprender de cada uno de ellos y salir renovados, ir empujando nuestra roca a lo largo de una cadena de montañas cada vez más pequeñas. Perder en la más cruel de las batallas, pero no morir en ella, sólo consigue hacernos más fuertes.

La vida es un camino lleno de baches, no debemos conformarnos con tropezar y caernos en cada uno de ellos, debemos aprender con cada caída de forma que con el tiempo menos obstáculos puedan hacernos caer. Aunque inevitablemente seguiremos tropezando en algunos de ellos habremos aprendido a poner las manos por delante para evitar los golpes y poder seguidamente levantarnos y continuar nuestra marcha. Dejemos que el ave Fénix nos acompañe y nos guíe en nuestro camino. Aprendamos a ver el mundo a través de sus ojos, a través de La Mirada del Ave Fénix.



Referencias e información interesante:

Bucay, J. La lección del Fénix. Mente Sana 71 pag: 3-6

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