viernes, 5 de agosto de 2011

En la inmensidad de la noche

Un golpe seco me despierta en medio de la noche. Miro a mi alrededor, desconcertado, en busca de aquello que haya podido causarlo, mas nada hallo. Me vuelvo a recostar pero de nuevo ese extraño sonido invade la habitación. Inquieto, me levanto y agudizo mis oídos. Los golpes se suceden con una cadencia lenta pero continuada. Parecen provenir del cristal de la ventana, como si alguien o algo llamase a mi habitación.
Sin poder evitarlo, un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Hace frío, más del esperado en una noche de agosto. Mis pies desnudos se mueven sobre la alfombra, avanzando lentamente. Su superficie, áspera al tacto, ofrece resistencia a mi avance, tratando de frenar mis pies y anclarlos al suelo, como si no quisiera que llegara a mi destino. Pero mis pasos, aunque pausados, no se detienen y continúan hasta que delante de la ventana planto mis pies. El ruido continúa, ahora más nítido y mezclado con susurros ininteligibles, de un origen incierto. Una gota de sudor frío recorre mi nuca. Abro la persiana, retiro la cortina y… Nada. Sólo oscuridad en una noche sin luna.
Mi mente grita, me insta a que corra, me refugie en mi cama y deje los miedos de la noche fuera de aquí. Pero mi cuerpo no obedece. Mis manos, movidas en contra de mi voluntad, se alzan, aferran la manilla de la ventana y la giran. Liberada de su cierre la ventana se abre de golpe mientras un viento frío invade mi habitación y con este algo más, algo indefinido. Silencio, pesado y asfixiante que se extiende por cada rincón de la habitación. Oscuridad, que amenaza con llevarme a un abismo sin retorno. Los golpes han cesado, pero ahora los susurros se vuelven más audibles, detrás de mí. Paralizado, incapaz de moverme encadenado por grilletes de una voluntad ajena, siento el abrazo de unos brazos helados, que me rodean el pecho arrebatando el calor que en él anidaba. El frío comienza a apoderarse de mí, mientras los susurros se acercan y entre ellos puedo distinguir el ruido de una respiración. Cerca, muy cerca. Finalmente, bailando y jugando en el aire, los susurros se acercan a mí y forman dos palabras para mí tan bien conocidas.
De repente, comprendo. Los brazos que me rodean se vuelven suaves, tiernos y tibios. Pues a mi espalda te encuentras tú, bella y hermosa, pálida y resplandeciente, supliendo a la luna que hoy no adorna el firmamento. Con una sonrisa juguetona, me das la vuelta, lentamente. Me acaricias. Te abrazo. Nos besamos. No has podido resistir otra noche sin mí, le lloraste al viento tus penas y éste, magnánimo y compasivo, te ha traído hasta mí. Ahora, una vez cumplida su misión, el viento sale de la habitación cerrando la ventana a su paso. Por fin solos. De nuevo juntos. Tú y yo, en la inmensidad de la noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por compartir tu mirada

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...