domingo, 25 de septiembre de 2011

Stephen Jay Gould


Stephen Jay Gould fue un paleontólogo estadounidense, biólogo evolutivo, historiador natural y uno de los más grandes divulgadores de ciencia que haya podido existir. Digo "fue", porque desgraciadamente murió en el año 2002 a los 61 años de edad, víctima de un destino cruel que se burló de todos sus esfuerzos. Este gran científico fue en 1982 diagnosticado una forma de cáncer abdominal mortal, con una esperanza de vida mediana de tan sólo 8 meses (la mitad de los pacientes mueren en 8 meses). Puede parecer una condena, pero Gould fue capaz de ver a través de la visión nublada que nos impone la estadística y con mucha fuerza de voluntad y quizás algo de suerte también debido a sus circunstancias superó completamente la enfermedad y vivió 20 años más. Por desgracia, pasados esos 20 años murió por un nuevo cáncer, completamente independiente, el cual no pudo superar. Aun así, gracias a su esfuerzo ganó 20 años esquivando a una muerte que cualquier otro habría dado por segura y dejó un gran legado para todos aquellos enfermos que ven en la estadística su propio fin. Pues escribió una columna titulada "The median isn't the message" (La mediana no es el mensaje) donde explica su propia experiencia con el descubrimiento de una estadística, que observada con una lente adecuada, era más esperanzadora de lo que podría parecer. Una columna de una gran persona que lejos de hundirse en la desesperación, uso de toda su lógica para hallar la verdad y se esforzó en luchar por vivir. Y lo logró, logró arrebatar 20 años de las garras del destino. Pongo la columna al final de esta entrada, para todo aquel que disponga de tiempo y ganas. Realmente merece la pena leerla.

Gould fue un excelente científico sí, pero no es esa faceta la que quiero presentar, sino su gran capacidad como divulgador de ciencia. A lo largo de su vida escribió numerosos ensayos sobre ciencia, evolución e historia natural para la revista Natural History. Ensayos redactados tanto para doctos en la materia como para los profanos en ella. Ensayos únicos y maravillosos, en los que emplea diversas anécdotas concretas (como la historia del béisbol) para llegar hasta conclusiones generales sobre la ciencia (las diferencias entre teorías creacionistas y evolucionistas para el anterior ejemplo). Ensayos para aprender de una forma entretenida, magistrales obras de arte en el ámbito de la divulgación científica. Estos ensayos han sido recogidos en nada menos que 10 libros, publicados también en castellano. En orden de publicación (original): Desde Darwin, El pulgar del panda, Dientes de gallinas y dedos de caballos, La sonrisa del flamenco, Brontosauros y la nalga del ministro, Ocho cerditos, Un dinosaurio en un pajar, La montaña de almejas de Leonardo, Las piedras falaces de Marrakech y Acabo de llegar. Además también a publicado libros como "La vida maravillosa" (hablando sobre uno de los yacimientos fósiles más importantes y su significado en la visión de la historia natural), "Ciencia versus religión" (explicando su visión sobre ambas disciplinas) y "La falsa medida del hombre" (un libro magnífico sobre la historia de los falaces intentos del hombre por medir la inteligencia). 


Recomiendo encarecidamente a quienes disfrutan con la divulgación científica cualquiera de los escritos de este magnífico autor. En ellos podemos aprender cosas como el porqué de los teclados actuales tan poco óptimos o la verdad tras los pezones masculinos y los orgasmos clitorideos junto con profundas enseñanzas sobre ciencia, evolución e historia natural.

Finalmente aquí os dejo la columna arriba mencionada (obtenida de aquí). Si os interesa la versión original podéis encontrarla por ejemplo aquí.



La mediana no es la respuesta

Mi vida ha recientemente interceptado, y de una forma muy personal, dos de las famosas frases de Mark Twain. Dejaré una para el final de este ensayo. La otra (a veces atribuida a Disraeli) identifica tres clases de mentiras, cada una peor que la anterior, las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.

Considérese el ejemplo estándar del estiramiento de la verdad con números- un caso muy redundante para mi historia.

Las estadísticas reconocen diferentes medidas del “promedio”, o tendencia central. La media es nuestro concepto usual de promedio general- sume los objetos y divida entre el número de dueños (100 dulces obtenidos por cinco niños en el próximo Halloween resultan en 20 para cada uno, en un mundo justo). La mediana, una medida distinta de tendencia central, es un punto medio. Si coloco cinco niños en fila según sus estaturas, el que representa la mediana es más bajo que dos de los cinco y más alto que los otros dos (que puede ser que tengan problemas tratando de obtener su parte “media” de los dulces por ser más chicos).

Un político en el poder puede decir con orgullo “el sueldo promedio de nuestros ciudadanos es $15,000 al año”. El líder de la oposición puede responder:”pero la mitad de nuestros ciudadanos ganan menos de $10,000 al año”. Ambos tienen razón, pero ninguno cita la estadística con objetividad serena. El primero habla de la media y el segundo de la mediana (las medias son mayores que las medianas en estos casos porque un millonario puede elevar la media al calcularse junto a cientos de personas pobres, pero sólo puede contrabalancear a un mendigo si calculamos la mediana).

La desconfianza o el desprecio por las estadísticas es un problema muy preocupante. Muchas personas realizan una desafortunada y carente de validez separación entre el corazón y la mente, entre los sentimientos y el intelecto. En ciertas tradiciones contemporáneas, estimuladas por actitudes estereotipadas centradas en el sur de California, las sensaciones son exaltadas como más “reales” y la única base apropiada para el accionar- si se siente bien hazlo!!-mientras que el intelecto recibe poca atención como una reliquia de un elitismo fuera de moda. Las estadísticas, en esta dicotomía absurda, generalmente se transforman en el símbolo del enemigo. Como escribió Hillaire Belloe, “las estadísticas son el triunfo del método cuantitativo, y el método cuantitativo es la victoria de la esterilidad y la muerte”.

Esta es mi historia personal de las estadísticas, interpretadas apropiadamente como profundamente beneficiosas y dadoras de vida. Declara la guerra santa contra la degradación del intelecto al contar una historia acerca de la utilidad del conocimiento seco y académico sobre la ciencia. El corazón y la cabeza son puntos focales de un solo cuerpo, de una sola personalidad.

En julio de 1982 supe que sufría de mesotelioma abdominal, un cáncer raro y muy serio, generalmente asociado a la exposición a asbesto. Cuando me desperté de la cirugía, la primera pregunta a mi médico y quimioterapeuta fue:” ¿cuál es la mejor literatura técnica sobre mesotelioma?”. Ella respondió, con un toque diplomático (la única vez que se separó de su franqueza directa), que la literatura médica al respecto no valía la pena de leer.

Claro, tratar de mantener a un intelectual alejado de la literatura funciona tan bien como recomendar castidad al Homo sapiens, el primate más sexual de todos. Tan pronto como pude caminar fui en línea recta hacia la biblioteca Countway de Harvard y tecleé mesotelioma en la computadora de búsquedas bibliográficas. Una hora después, rodeado de lo más reciente publicado sobre mesotelioma abdominal, me di cuenta, tragando en seco, por qué mi doctor me ofreció una respuesta tan humana. La literatura científica no podía ser más brutalmente clara al respecto- el mesotelioma es incurable, con una mortalidad mediana de sólo ocho meses luego de descubierto.

Me senté abrumado por cerca de quince minutos, luego sonreí y me dije a mí mismo: así que por eso es que no me dieron nada para leer. Mi mente empezó de nuevo a trabajar, gracias a Dios.

Si saber poco de algo puede alguna vez ser peligroso, había encontrado el ejemplo clásico. La actitud claramente importa cuando se batalla el cáncer. No sabemos por qué (dada mi anticuada perspectiva materialista, sospecho que los estados mentales retroalimentan el sistema inmune). Pero, si agrupamos personas con el mismo cáncer por edad, clase social, salud y estatus socioeconómico, en general, aquellos con actitudes positivas, con una fuerte voluntad y propósito de vivir, con compromiso de luchar, con una respuesta activa de ayudar a su propio tratamiento y no sólo una aceptación pasiva de lo que sea que digan los médicos, tienden a vivir más tiempo.

Meses después pregunté a Sir Meter Medawar, mi gurú científico personal y premio Nóbel de Medicina en inmunología, cual sería la mejor receta para el éxito contra el cáncer. “Una personalidad sanguínea” me respondió. Afortunadamente ( ya que uno no puede reconstituirse a sí mismo en poco tiempo y con propósito definido) soy de temperamento moderado y confidente, como buen sanguíneo.

He aquí el dilema para doctores de humanos: ya que las actitudes son tan críticamente importantes, ¿debería propalarse una conclusión tan sombría, especialmente con tan poca gente con conocimientos de estadísticas como para poder evaluar qué significan en realidad estas aseveraciones? Con mi experiencia de años en la evolución a pequeña escala de los caracoles terrestres de Bahamas y el tratamiento cuantitativo de sus datos, he desarrollado este conocimiento técnico- y estoy convencido que ha jugado un importante papel en la salvación de mi vida. Como dijo Bacon, conocimiento es poder.

El problema puede plantearse brevemente: ¿qué significa una “mortalidad mediana de ocho meses” en nuestro lenguaje coloquial? Sospecho que mucha gente, sin entrenamiento en estadísticas leería esta oración así: “Yo probablemente esté muerto dentro de ocho meses”- la misma conclusión que debería evitarse, ya que no es así y las actitudes son importantes.

Claro, yo no estaba feliz, pero tampoco entendí el mensaje coloquialmente. Mi entrenamiento técnico produjo una perspectiva diferente de “mortalidad mediana de ocho meses”. El punto es delicado, pero profundo- ya que encierra la manera distintiva de pensar de mi propio campo de biología evolutiva e historia natural.

Nosotros aún llevamos a cuestas el equipaje histórico de la herencia platónica que busca esencias claras y definidas y sus límites ( así esperamos encontrar un “inicio de la vida” o “definición de la muerte” sin ninguna ambigüedad, aunque la naturaleza se nos presente generalmente como un contiguo irreducible). Esta herencia platónica con sus énfasis en las distinciones claras y entidades inmutablemente separadas, nos lleva a ver las medidas estadísticas de tendencia central de manera errónea, aún más, opuestas a la apropiada interpretación de nuestro actual mundo de variaciones, sombras y continuos. Brevemente, vemos las medias y medianas como las “realidades” fuertes, y la variación que permite su cálculo como un conjunto de medidas imperfectas y transitorias, que ocultan su esencia. Si la mediana es la realidad y la variación a su alrededor sólo un artificio para su cálculo, el “yo probablemente estaré muerto en ocho meses” puede pasar como una interpretación razonable.

Pero, todos los biólogos evolutivos saben que es la propia variación la única esencia irreducible de la naturaleza. Medias y medianas son abstracciones. Por lo tanto, miré las estadísticas sobre mesotelioma de manera diferente- y no sólo porque soy un optimista que tiende a ver la rosquilla y no su agujero, sino primariamente porque se que la propia variación es la realidad. Yo tenía que colocarme entre las variaciones.

Cuando supe de la mediana de ocho meses, mi primera reacción intelectual fue: bien, la mitad de la gente vivirá más tiempo, entonces que chances tengo de estar en esa mitad. Leí intensa y nerviosamente por una hora y concluí, con alivio: muy buenos.Yo poseía cada una de las características que confieren la probabilidad de una larga vida: era joven, mi enfermedad se diagnosticó en un relativo estadio temprano, recibiría el mejor tratamiento médico del país, tenía todo un mundo por el cual vivir, sabía leer los datos de manera apropiada y no desanimarme.

Otro punto teórico vino a aumentar mi tranquilidad. Yo inmediatamente reconocí que la distribución de la variación alrededor de una mediana de ocho meses, casi seguro sería lo que las estadísticas llaman “de tendencia derecha” ( en una distribución simétrica, la variación hacia la izquierda de la tendencia central es una imajen de espejo de la variación hacia la derecha. En las distribuciones sesgadas o tendenciadas, la variación hacia uno de los lados es muy extendida- hacia la izquierda o hacia la derecha). La distribución de la variación tenía que ser sesgada, razoné. Después de todo, el lado izquierdo de la distribución contiene una frontera irrevocable de cero (ya que el mesotelioma puede ser identificado en el momento de muerte o antes), así que no hay mucho espacio para la parte baja (o izquierda) de la distribución. Pero la mitad superior (o derecha) puede extenderse por años y años, aunque nadie la llegue a sobrevivir. Esta distribución tiene que ser sesgada hacia la derecha, y necesitaba saber que tan lejos esa extendida cola llegaba- porque yo ya había concluido que mi perfil favorable me convertía en un buen candidato para esa parte de la curva.

En realidad la distribución era fuertemente sesgada hacia la derecha, con una larga cola (aunque fuese pequeña) que se extendía por varios años por encima de la mediana de ocho meses. No veía razones por las cuales yo no fuera parte de esa pequeña cola, y tuve una larga espiración de alivio. Mis conocimientos técnicos me habían ayudado. Yo había interpretado la gráfica de manera correcta y encontrado la respuesta. Había obtenido, con toda probabilidad, el más preciado de todos los regalos posibles dadas las circunstancias- algo de tiempo. No tenía que detenerme y seguir de inmediato la expresión de Isaías a Jeremías: pon tu casa en orden porque morirás y no vivirás. Yo tenía tiempo para pensar, planear y pelear.

Un punto final acerca de las distribuciones estadísticas. Sólo se aplican a un conjunto dado de circunstancias- en este caso la supervivencia a mesotelioma en las condiciones convencionales de tratamiento médico. Si las circunstancias cambian, la distribución varía. Me colocaron en un protocolo experimental en mi tratamiento y, si la buena fortuna sigue, estaré en el primer grupo de una nueva distribución con una mediana alta y una cola derecha que se extenderá hasta la muerte por causas naturales en una avanzada vejez.

Bajo mi punto de vista se ha convertido en una moda la aceptación de la muerte, como algo unido a cierta dignidad intrínseca. Claro, estoy de acuerdo con el predicador del Eclesiastés de que hay tiempo para amar y tiempo para morir y cuando mi hilo se termine espero encarar el final calmadamente y a mi manera. Sin embargo, para la mayoría de las situaciones, prefiero una situación más marcial, de que la muerte es el enemigo final y no encuentro nada reprochable en aquellos que luchan con todas sus fuerzas contra la muerte de la luz.

Las espadas de batalla son numerosas y ninguna más efectiva que el humor. Mi muerte fue anunciada en una reunión de mis colegas en Scotland, y yo casi tuve la experiencia del delicioso placer de leer mi obituario de la pluma de uno de mis mejores amigos ( y él también sospechó y chequeó, es también un estadístico y no esperaba encontrarme tan alejado de la cola derecha). Aún así el incidente me permitió mi primera carcajada luego de mi diagnóstico. Sólo piense, por poco repito la línea más famosa de todas las de Mark Twain: “los reportes sobre mi muerte están muy exagerados”.

1 comentario:

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