Mudando la piel (II)

(quizás os interese leer antes "Mudando la piel")

Sentado en un pequeño banco de madera, disfrutando de este hermoso día, puedo por fin sentir la primavera a mi alrededor... Y en mi interior. El cielo despejado, bello color azul celeste, me invita a perderme en mis pensamientos mientras contemplo su inmensidad, tan sólo perturbada por pequeñas nubes algodonosas que decoran con sus delicados contornos tan vasta extensión. Toda una obra de arte, regalo sin igual para mis ojos. El viento sopla suave pero frío, mas esa frescura es la que revitaliza mi alma con cada caricia sobre mi piel. En oposición, el dorado astro solar derrocha su fulgor en su misión de calentar el aire que me rodea, encendiendo con sus rayos el fuego de mi corazón. Un momento perfecto, acompañado por la dulce melodía de los pájaros al trinar, embriagado por el intenso aroma de las flores que con orgullo se exhiben. Y entre mis manos una pluma encontrada en mi camino, recuerdo de algún pájaro que saluda a la primavera vestido con un nuevo y más engalanado plumaje. No es el único, pues yo también puedo sentir cómo con la caricia del sol y el viento el hielo que todavía cubría mi piel se agrieta y cae hecho pedazos, cómo con cada bocanada de esta esencia primaveral la escarcha que se refugiaba en mis pulmones se deshace en gotas de frescura, cómo al disfrutar de este intenso momento el fuego que aun dormitaba en mi corazón despierta, y bombeado a traves de mi cuerpo llena mis venas con sus llamas de ilusión.

Largo ha sido el invierno, pero ya es hora de mudar esta piel de hielo para recuperar esa llama que arde con pasión. Hora es ya de derretir mi cobertura invernal y sentir el calor de mis sentimientos inundar mi ser. Es el momento de volver a alzar el vuelo y brillar con toda la fuerza de un fénix de fuego.