Resultados

Bueno pues, la votación finalizó ya y aquí están los resultados. Como ya esperaba el podio ha quedado lejos, pero para mi gran satisfacción, no tanto. Con un total de 20 relatos y 55 votos emitidos, mi relato ha quedado quinto, con 5 votos. Algo nada despreciable, sobre todo teniendo en cuenta que de entre estos 5 votos, tres han sido otorgados por personas a las que no conozco y que probablemente tampoco conocen este blog. Yo al menos estoy feliz por el desenlace, aunque no niego que me hacía ilusión poder optar aunque fuera al tercer puesto. Otra vez será. Y para quienes no lo hayan leído, aquí os dejo el relato con que participé en el certamen (ligeramente mejorado posteriormente gracias al comentario de Anónimo):

La foto

La luna llena iluminaba una playa de blanca y fina arena, peinada por el viento, creador de extraños pero bellos paisajes sobre su superficie. Un mar negro bañaba el horizonte y su tenue murmullo arrullaba a un anciano sentado en un pequeño banco sobre el paseo. Sus ojos, húmedos por las lágrimas, buscaban desesperadamente en las profundidades de la noche, pero sólo el resplandor de las estrellas devolvía su mirada.

Un año había pasado ya desde la muerte de la mujer a la que amaba. 57 años compartiendo caricias en aquel banco mirando al mar, donde un día se prometieron amor eterno. Mas la muerte los había separado y rota su promesa ahora él sólo esperaba el cese de su existencia y con ello la liberación del dolor y soledad que ahora lo ahogaban.

Lentamente, de su cartera sacó una pequeña foto y, como tantas otras veces, la observó con delicadeza. Era una foto vieja, amarilleada y maltratada por el tiempo. Una foto de una pareja de jóvenes con semblante serio. La única foto de ambos juntos que conservaba. No recordaba cuando esta foto fue tomada, ni la razón de su seriedad, pero siempre lamentaba haber perdido para siempre la luz que iluminaba su mundo, la sonrisa que un día le enamoró. Las lágrimas corrían por su cara, atravesando los surcos que el tiempo en su cara había cincelado. Caían lentamente y contra el suelo estallaban, rompiéndose cual sueños de un angustiado corazón.

Un leve susurro, transportado por una brisa consoladora, provocó el cese de su silencioso llanto. Desconocía cuanto tiempo llevaba sentado, pero ahora la niebla cubría el mar con su manto de algodón y lentamente, pausada pero firmemente, avanzaba hacia la playa, avanzaba hacia él. Debía de ser muy tarde, por lo que decidió que era hora de volver a casa, de nuevo con la única compañía de su dolor. Mas algo le retuvo, pues entre la densa bruma vislumbró algo extraño, pudo ver una sombra bailar, figura borrosa que con un canto tenue pero alegre le invitaba a acercarse y con ella danzar. Quizás sólo era un producto de su torturada mente, pero hechizado, presa de un sentimiento indescifrable, se levantó y se adentró en la playa, en lo profundo del banco de niebla que con caricias y un frescor revitalizante le acogió. La arena crujía y se hundía bajos sus pies, cada vez más blanda y húmeda, hasta que sus pies entraron en el agua. Pero él siguió caminando, toda su atención centrada en la figura delante suyo, cada vez más nítida y en la voz que lo llamaba, cada vez más reconocible. Sentía el agua a su alrededor, cada paso que daba más cubierto quedaba por ella, pero lejos de suponerle una resistencia a su avance parecía más bien ayudarle a continuar. Pues ya nada podría detenerle. Por fin había encontrado lo que con tanta pasión buscaba cada noche. Tan hermosa como siempre la había recordado, con los brazos abiertos esperaba su llegada. Por fin sus plegarias habían sido escuchadas. Su voz susurrándole palabras de amor que él creyó olvidadas. Por fin volvió a contemplar esa sonrisa y él sonrió.

Cuando la niebla se retiró, ni rastro quedó de las huellas que a su paso el anciano dejó en la arena. Rastro de él tampoco había en la tranquilidad del mar. Sólo un testigo quedó de tan insólito acontecimiento. Pues sobre un banco mirando al mar reposaba una pequeña foto. Era una foto vieja, amarilleada y maltratada por el tiempo. Una foto de una pareja de ancianos que, abrazados con fuerza, sonreía.